jueves, mayo 11, 2006

Los elementos de Houellebecq


En 1999 fue traducido al castellano una novela francesa que sólo un año antes consiguió llamar la atención por la enorme polémica que generó en ese país: Las partículas elementales de Michel Houellebecq (Francia, 1958). Este prurito que provocó entre los críticos y círculos literarios franceses se explica por el lenguaje franco y tenaz utilizado para arrasar, auxiliado por una crítica mordaz, con tantos elementos de la cultura occidental de finales del siglo XX, principalmente aquellos aspectos que resultaron consecuencia del mayo francés de 1968.
En Las partículas elementales, Houellebecq nos cuenta la historia de una pareja de medios hermanos, ya ambos cuarentones, hijos de la misma madre y abandonados por ésta cuando ella, dejando atrás su pasado burgués, decidió irse a vivir a una comunidad hippie en California. Bruno y Michel –son los nombres de estos medios hermanos- crecerán cada uno por su lado y a su manera; frecuentándose ocasionalmente para intercambiar unas cuantas ideas sobre la vida.
Bruno trabaja como profesor de literatura y está obsesionado por el sexo y por intimar con sus juveniles alumnas. Además de ser un consumidor asiduo de pornografía y un onanista compulsivo es racista y misógino. Michel, por su parte, es un investigador en biología molecular, trabaja en el prestigioso CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica) y goza de un amplio reconocimiento internacional pero su vida personal transcurre en la más absoluta soledad, sin amistades ni pareja y habiendo renunciado al sexo desde mucho tiempo atrás.
A través de estos personajes, Houellebecq lanza sus dardos, con cierto grado de nihilismo que recuerda por momentos a Louis-Ferdinand Céline, contra algunas actitudes tan aplaudidas y alabadas a fines del siglo XX que para él son más estúpidas. El autor, con su sarcasmo y humor negro ridiculiza a esa forma de vida que en Francia y en gran parte del mundo occidental se instituyó a raíz de los movimientos estudiantiles de 1968. Houellebecq considera que la liberación sexual –uno de los principales frutos del movimiento sesentayochista- sólo ha conducido a un individualismo exacerbado, al aumento del deseo (en detrimento de la obtención misma de placer) y a la mercantilización del sexo. Estos nuevos anhelos en cada ser humano casi siempre terminan haciendo de éste un sujeto desesperado, vacío, inconforme e infeliz.
Otros de los títeres decapitados y ridiculizados por Houellebecq es el movimiento New Age, los hippies y todos aquellos que consumen religiones orientales buscando con ello escapar del sin sentido de sus propias vidas. Los new age y los hippies son duramente criticados por su incongruencia, por su irracionalidad y sus contradicciones y porque al final, no son más que otra forma de renegar de la cultura científico-tecnológica occidental; en el fondo no buscan más que oponerse al mito del progreso –que justo entró en crisis en la segunda mitad del siglo XX- sustituyéndolo por una especie de mito del origen del que ellos asumen que por el simple hecho de no contar con los nocivos elementos que ha construido el hombre moderno debe ser mejor. El filósofo italiano, Gianni Vattimo, llama a esta afición por los mitos del origen arcaísmo y explica esto lucidamente en un artículo titulado “El mito reencontrado”
[1].
Houellebecq imprime al final un toque futurista a su novela, concretando las ideas científicas de Michel, uno de los hermanastros protagonistas, quien dedica los últimos años de su vida a la posibilidad de crear un ser humano mejor, un ser humano que ya no necesite del sexo para reproducirse -para eso está la clonación, aspecto en el que Michel es experto-, un ser humano menos egoísta y menos obsesionado por sí mismo y que por lo tanto, que su felicidad sea más factible.
Sin duda, Las partículas elementales y toda la obra de Michel Houellebecq merece ser leída, pues además del placer literario que puede ofrecernos, nos incita a pensar, a reflexionar sobre los problemas y las preocupaciones del momento histórico que nos ha tocado vivir; ese es el principal mérito de este autor, cuyas ideas le han ganado el odio de muchos e incluso, un llamado a los tribunales de justicia de su país acusado de incitar a la xenofobia y a la intolerancia religiosa: Houellebecq afirma, tanto en esta novela como en el resto de su obra y en su vida pública, que todas las religiones son estúpidas, especialmente el Islam. Pero más allá de estos escándalos en que se ha involucrado, es por la calidad y originalidad de su obra por lo que vale la pena leer a este autor que ha revolucionado la literatura francesa.

Ficha bibliográfica:
Michel Houellebecq, Las partículas elementales, Barcelona: Anagrama, 2005. Traducción española de Encarna Castejón. Título original: Les particules élémentaires [Primera edición en francés: París: Flammarion, 1998].

[1] Gianni Vattimo, La sociedad transparente, Barcelona: Paidós. Recomiendo leer también a Marc Augé, ¿Para qué vivimos? Por una antropología de los fines, Barcelona: Gedisa, 2004. Ambos libros ofrecen, a mí parecer, los más acertados diagnósticos sobre nuestro tiempo, uno desde la tradición filosófica y el segundo desde la experiencia antropológica.

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