lunes, mayo 29, 2006

El hombre sin pasado

por Josefina Sartora
(cineismo.com)

A veces sucede. Se estrena entre nosotros un film absolutamente creativo y original, realizado al margen de cualquier convencionalismo institucional o comercial, una maravilla de minimalismo actoral, con un mensaje de humanismo que recuerda lo mejor de Bresson, y por si esto fuera poco, con una dosis perfecta de humor. Este film de Aki Kaurismäki pasó por el V Festival de Cine Independiente de Buenos Aires después de haber ganado el Gran Premio del Jurado en el último festival de Cannes y –extrañamente– fue candidato al Oscar.
Es muy poco lo que se ha estrenado aquí de la filmografía de Aki Kaurismäki (no confundir con su hermano Mika, también director de cine, de quien vimos Tigrero hace pocos meses). Sólo Juha –su homenaje al cine mudo, con los mismos actores del film que ahora se presenta– se exhibió comercialmente, aunque por fortuna hemos podido ver varias retrospectivas de los dos hermanos finlandeses.
Como indica el título de este film, su protagonista ignora su pasado y su identidad porque ha sufrido el ataque brutal de unos ladrones (que lo dieron por muerto). Después de una resurrección casi literal, el Hombre, amnésico, empieza una nueva vida junto a quienes le proporcionan los cuidados necesarios y un lugar entre ellos: unos marginales que viven en los caños, en contenedores o en tachos de basura, y esos curiosos personajes que militan en el Ejército de Salvación. Los marginales demuestran que a ellos les importa la esencia que subyace bajo los accidentes. Pero el Hombre quiere insertarse en la sociedad, trabajar y ganar dinero, y entonces empiezan los cuestionamientos: ¿en qué se basa la identidad? ¿Cómo vivir sin nombre ni documentos? ¿Cuál es la esencia de lo humano? Por lo que él y nosotros vamos descubriendo, el carácter del Hombre ha cambiado mucho de su anterior vida a la actual. ¿Se puede volver a empezar como un otro diferente?
Con todo lo profundo que pueda resultar el tema, Kaurismäki trata el film como una comedia negra de ironía exquisita, con escenas divertidísimas. Elige un tono seco y despojado, un grado cero de actuación como el que pedía Bresson a sus actores, tratando de evitar toda expresión efusiva de sentimientos. Y sin embargo, éstos están presentes, reducidos a lo esencial. Porque El hombre sin pasado es un ensayo no sólo sobre la existencia humana, sino especialmente sobre su esencia. En una historia muy simple se ponen en juego aspectos vitales de la condición humana: vida y muerte, soledad y amor, voluntad y destino, crimen y solidaridad, música y felicidad. En esta oportunidad, Kaurismäki dejó de lado la desesperanza de sus obras anteriores, y logró una historia romántica que exhala optimismo detrás de la máscara de ironía.
El tono perfecto que logra el film depende de varios aspectos: de la precariedad de las locaciones en descampados donde yacen los restos de la era postindustrial, del uso sugerente del color y, sobre todo, del laconismo de las actuaciones. En un elenco sin fisuras se destaca la presencia de su actriz fetiche, Kati Outinen. Ella también ganó el premio a la mejor actriz en Cannes, con un rostro impávido, de expresión contenida, y sin embargo plena de significaciones. Las escenas en la soledad de su cuarto recuerdan aquellos primeros minutos de La chica de la fábrica de fósforos, que también eran un grito de angustia y sordidez.
La película se inscribe en la historia del cine, rebosa cinefilia, no sólo por el permanente recuerdo de Robert Bresson sino por las referencias a los films de clase B: no en vano Samuel Fuller suele aparecer en persona en las películas de ambos Kaurismäki. La imagen del Hombre va incorporando algunas características iconográficas de personajes que en la historia del cine también tuvieron que lidiar con una identidad confusa: El hombre invisible, El hombre de la máscara de hierro y Frankenstein. Pero todo, apenas sugerido: la economía de Kaurismäki para narrar su historia indica su absoluto respeto por la mirada del espectador.
Como en todos los films de Aki, el uso de la música merece un párrafo aparte: sus infaltables tangos finlandeses siempre alternan con el rock de la banda Mark Haavisto y Poutahaut, músicos habituales en sus películas. El primer largometraje de Aki fue un documental sobre bandas de rock, y en este caso, vuelve a demostrar que la música también es uno de los elementos esenciales de la vida.

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