viernes, agosto 25, 2006
ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
Dos ciencias sociales que habían permanecido alejadas durante gran parte del siglo XX hoy en día su unión conforma una gran oportunidad para las ciencias sociales de mantenerse activas en la comprensión del mundo.
En las imágenes que vemos, tenemos al más importante antropólogo del siglo XX: Claude Lévi-Strauss (abajo) y a Fernand Braudel (arriba), uno de los historiadores de mayor influencia en el siglo pasado. Ambos son referentes indiscutibles de sus disciplinas.
A continuación sigue la reseña de la obra Introducción a la antropología histórica de Pier Paolo Viazzo que explica los alcances de esta nueva disciplina denominada: antropología histórica o historia antropológica.
INTRODUCCIÓN A LA ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA
La traducción de esta obra del historiador-antropólogo italiano Pier Paolo Viazzo es de una gran valía para los historiadores y antropólogos hispano parlantes pues representa el primer gran esfuerzo por recopilar, comentar y criticar lo que esta joven disciplina ha realizado hasta el momento.
Viazzo inicia su recorrido disertando sobre las características de la disciplina, no sin antes someter a juicio la posibilidad de la existencia de la antropología histórica como una nueva disciplina o si ésta consiste solamente en un terreno de frontera entre dos disciplinas. Partiendo de las tradicionales diferencias entre ambas disciplinas: la antropología, una ciencia reciente, decimonónica que pretendía estudiar el presente de sociedades remotas; la historia, una ciencia de antaño y predispuesta al estudio del pasado de sociedades cercanas. La antropología, se suponía, estudiaba la producción inconsciente de una sociedad mientras que la historia la producción consciente.
El desenvolvimiento de ambas disciplinas, sin olvidar el contexto histórico de cada uno, va llevándolas poco a poco a un acercamiento, después de décadas de separación. Mucho tuvo que ver la revolución historiográfica de la Escuela de los Annales (1929) que permitió que los historiadores buscaran nuevos temas y dejaran de lado las tradicionales historias de los grandes personajes, para hacer posible la búsqueda de métodos en otras disciplinas.
El capítulo dos está dedicado al análisis de los años de separación entre ambas disciplinas: 1922-1950, los cuales tienen que ver con el florecimiento de la antropología social británica, que comprende principalmente la obra de Bronislaw Malinowski y de Alfred Radcliffe-Brown, y de la antropología norteamericana guiada por Franz Boas, Alfred Kroeber, Margaret Mead y Ruth Benedict. Fue propio de estas corrientes antropológicas el excluir los estudios históricos de sus trabajos al centrarse casi exclusivamente en el aparato social, esto es, en aquello que regula las relaciones entre los miembros de una sociedad. La historia, por su parte, se mantenía encasillada en el estudio de los acontecimientos, o sea, de aquello que cambia en contraposición de las regularidades o estructuras estudiadas por la corriente estructural-funcionalista británica.
Viazzo nos ofrece los años de acercamiento entre historia y antropología en su tercer capítulo, rescatando la Marett Lecture de otra gran figura de la escuela británica: Edward Evans-Pritchard. Este antropólogo –autor de la clásica obra Brujería, magia y oráculos entre los azande- fue uno de los pioneros en reconocer la necesidad de la antropología en preocuparse por la historia de sus objetos de estudio. El advenimiento de la etnohistoria a fines de los años cincuenta y de la historia de África fortaleció también la unión entre ambas ciencias al evidenciar la necesidad de los historiadores de aplicar métodos antropológicos y de los antropólogos de utilizar el método histórico. Viazzo rescata la obra de Jan Vansina cuyo interés por el empleo de la historia oral fue fundamental para el desarrollo de la historia de los pueblos sin tradición gráfica.
El capítulo cuatro está dedicado a uno de los temas que más han contribuido al unión de esfuerzos por ambas disciplinas: el estudio de la brujería. Haciendo un recorrido desde Frazer hasta Evans-Pritchard, Viazzo prepara el terreno para el periodo en que tanto historiadores –piénsese en Carlo Ginzburg, Hugh Trevor Roper, Robert Mandrou, Lucien Febvre - y antropólogos –como Hildred Geertz o Keith Thomas- debaten y dialogan sobre el tema.
En su último capítulo, Viazzo se dedica al estudio y análisis de las principales obras que durante los últimos veinticinco años han hecho posible la existencia de esta nueva disciplina. Un interesante, erudito y ameno relato nos permite conocer la importancia de obras de historiadores como Peter Burke, Roger Chartier, Jacques Revel, Carlo Ginzburg, Robert Darnton, Giovanni Levi entre muchos otros y de antropólogos como Clifford Geertz –cuya notable influencia en muchísimos historiadores continúa hoy vigente-, Marshall Sahlins, Gananath Obeyesekere y Eric Wolf por sólo mencionar algunos.
A pesar de las tradicionales diferencias con las que a menudo solía diferenciarse a la antropología y a la historia, hay dos puntos –el primero es un aporte de Marc Augé, que las mantienen unidas y que corresponden a la naturaleza de su objeto: el espacio –materia prima de la antropología- es siempre un espacio histórico, esto es, un espacio cargado de sentido por grupos humanos (espacio simbólico) y si el tiempo es la materia prima de la historia, se trata de un tiempo localizado y, en este sentido, un tiempo antropológico.
El segundo punto –bien explicado por Clifford Geertz- es que ante todo, el historiador como el antropólogo tienen que enfrentarse con el otro, sin importar que este otro sea un campesino del siglo XVII inglés o un brujo de la Amazonía.
La antropología histórica ofrece una nueva e interesante veta para el estudio del pasado. La historiografía nuevoleonesa, mexicana y latinoamericana tienen en esta disciplina la oportunidad de ampliar, renovar y reinterpretar sus conocimientos sobre su objeto de estudio: el pretérito. Estoy seguro que la obra de Pier Paolo Viazzo contribuirá en gran medida a que más historiadores y más antropólogos busquemos una nueva opción para tratar nuestras fuentes.
Ficha bibliográfica:
Pier Paolo Viazzo, Introducción a la antropología histórica, Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú – Instituto Italiano de Cultura, 2003, 1ª Edición en español. Traducción de Ximena Fernández Fontenoy. [Introduzione all’antropologia storica, Roma-Bari: Gius. Laterza & Figli Spa, 2000. 1ª Edición].
Ficha biográfica:
Pier Paolo Viazzo (Vercelli, 1950) historiador y antropólogo especializado en las sociedades campesinas de los Alpes, se graduó en la Universidad de Turín con una tesis sobre Problemi religiosi e culturali del mondo tardo antico tra storia e etnologia (1975) y obtuvo el Ph. D. En Antropología Social en la Universidad de Londres con la tesis Ethnic Change in a Walser Community in the Italian Alps (1983). Actualmente es catedrático de Antropología Social en la Universidad de Turín. Entre sus publicaciones destacan: Upland Communities. Environmente, Population and Social Structure in the Alps since the Sixteenth Century (Cambridge, 1989) y, con otros, The Decline of Infant and Child Mortality: The European Experience, 1750-1990 (La Haya, 1997) y Sapersi muovere. I pastori transumanti di Roaschia (Roma, 2001).
La traducción de esta obra del historiador-antropólogo italiano Pier Paolo Viazzo es de una gran valía para los historiadores y antropólogos hispano parlantes pues representa el primer gran esfuerzo por recopilar, comentar y criticar lo que esta joven disciplina ha realizado hasta el momento.
Viazzo inicia su recorrido disertando sobre las características de la disciplina, no sin antes someter a juicio la posibilidad de la existencia de la antropología histórica como una nueva disciplina o si ésta consiste solamente en un terreno de frontera entre dos disciplinas. Partiendo de las tradicionales diferencias entre ambas disciplinas: la antropología, una ciencia reciente, decimonónica que pretendía estudiar el presente de sociedades remotas; la historia, una ciencia de antaño y predispuesta al estudio del pasado de sociedades cercanas. La antropología, se suponía, estudiaba la producción inconsciente de una sociedad mientras que la historia la producción consciente.
El desenvolvimiento de ambas disciplinas, sin olvidar el contexto histórico de cada uno, va llevándolas poco a poco a un acercamiento, después de décadas de separación. Mucho tuvo que ver la revolución historiográfica de la Escuela de los Annales (1929) que permitió que los historiadores buscaran nuevos temas y dejaran de lado las tradicionales historias de los grandes personajes, para hacer posible la búsqueda de métodos en otras disciplinas.
El capítulo dos está dedicado al análisis de los años de separación entre ambas disciplinas: 1922-1950, los cuales tienen que ver con el florecimiento de la antropología social británica, que comprende principalmente la obra de Bronislaw Malinowski y de Alfred Radcliffe-Brown, y de la antropología norteamericana guiada por Franz Boas, Alfred Kroeber, Margaret Mead y Ruth Benedict. Fue propio de estas corrientes antropológicas el excluir los estudios históricos de sus trabajos al centrarse casi exclusivamente en el aparato social, esto es, en aquello que regula las relaciones entre los miembros de una sociedad. La historia, por su parte, se mantenía encasillada en el estudio de los acontecimientos, o sea, de aquello que cambia en contraposición de las regularidades o estructuras estudiadas por la corriente estructural-funcionalista británica.
Viazzo nos ofrece los años de acercamiento entre historia y antropología en su tercer capítulo, rescatando la Marett Lecture de otra gran figura de la escuela británica: Edward Evans-Pritchard. Este antropólogo –autor de la clásica obra Brujería, magia y oráculos entre los azande- fue uno de los pioneros en reconocer la necesidad de la antropología en preocuparse por la historia de sus objetos de estudio. El advenimiento de la etnohistoria a fines de los años cincuenta y de la historia de África fortaleció también la unión entre ambas ciencias al evidenciar la necesidad de los historiadores de aplicar métodos antropológicos y de los antropólogos de utilizar el método histórico. Viazzo rescata la obra de Jan Vansina cuyo interés por el empleo de la historia oral fue fundamental para el desarrollo de la historia de los pueblos sin tradición gráfica.
El capítulo cuatro está dedicado a uno de los temas que más han contribuido al unión de esfuerzos por ambas disciplinas: el estudio de la brujería. Haciendo un recorrido desde Frazer hasta Evans-Pritchard, Viazzo prepara el terreno para el periodo en que tanto historiadores –piénsese en Carlo Ginzburg, Hugh Trevor Roper, Robert Mandrou, Lucien Febvre - y antropólogos –como Hildred Geertz o Keith Thomas- debaten y dialogan sobre el tema.
En su último capítulo, Viazzo se dedica al estudio y análisis de las principales obras que durante los últimos veinticinco años han hecho posible la existencia de esta nueva disciplina. Un interesante, erudito y ameno relato nos permite conocer la importancia de obras de historiadores como Peter Burke, Roger Chartier, Jacques Revel, Carlo Ginzburg, Robert Darnton, Giovanni Levi entre muchos otros y de antropólogos como Clifford Geertz –cuya notable influencia en muchísimos historiadores continúa hoy vigente-, Marshall Sahlins, Gananath Obeyesekere y Eric Wolf por sólo mencionar algunos.
A pesar de las tradicionales diferencias con las que a menudo solía diferenciarse a la antropología y a la historia, hay dos puntos –el primero es un aporte de Marc Augé, que las mantienen unidas y que corresponden a la naturaleza de su objeto: el espacio –materia prima de la antropología- es siempre un espacio histórico, esto es, un espacio cargado de sentido por grupos humanos (espacio simbólico) y si el tiempo es la materia prima de la historia, se trata de un tiempo localizado y, en este sentido, un tiempo antropológico.
El segundo punto –bien explicado por Clifford Geertz- es que ante todo, el historiador como el antropólogo tienen que enfrentarse con el otro, sin importar que este otro sea un campesino del siglo XVII inglés o un brujo de la Amazonía.
La antropología histórica ofrece una nueva e interesante veta para el estudio del pasado. La historiografía nuevoleonesa, mexicana y latinoamericana tienen en esta disciplina la oportunidad de ampliar, renovar y reinterpretar sus conocimientos sobre su objeto de estudio: el pretérito. Estoy seguro que la obra de Pier Paolo Viazzo contribuirá en gran medida a que más historiadores y más antropólogos busquemos una nueva opción para tratar nuestras fuentes.
Ficha bibliográfica:
Pier Paolo Viazzo, Introducción a la antropología histórica, Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú – Instituto Italiano de Cultura, 2003, 1ª Edición en español. Traducción de Ximena Fernández Fontenoy. [Introduzione all’antropologia storica, Roma-Bari: Gius. Laterza & Figli Spa, 2000. 1ª Edición].
Ficha biográfica:
Pier Paolo Viazzo (Vercelli, 1950) historiador y antropólogo especializado en las sociedades campesinas de los Alpes, se graduó en la Universidad de Turín con una tesis sobre Problemi religiosi e culturali del mondo tardo antico tra storia e etnologia (1975) y obtuvo el Ph. D. En Antropología Social en la Universidad de Londres con la tesis Ethnic Change in a Walser Community in the Italian Alps (1983). Actualmente es catedrático de Antropología Social en la Universidad de Turín. Entre sus publicaciones destacan: Upland Communities. Environmente, Population and Social Structure in the Alps since the Sixteenth Century (Cambridge, 1989) y, con otros, The Decline of Infant and Child Mortality: The European Experience, 1750-1990 (La Haya, 1997) y Sapersi muovere. I pastori transumanti di Roaschia (Roma, 2001).
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